jueves, 1 de marzo de 2012

Buscandome

Desesperado busco el calor de sus piernas, ella sabe que ese olor rancio de miel amarga en el aire significa libertad. Otra vez aparece el tipo esquizofrénico que me señala con el dedo, me dice: no lo hagas. Odio tener que darle la razón. Me voy, camino por las calles vacías, escupo y me rasco la cabeza. Busco algo pero no se qué.
Fusile me abre la puerta de su casa, me escucha y se echa a reír. Sabe que no le cuento la verdad porque soy un mentiroso. Me tocó el hombro. Soy un poco homofóbico y eso me dio asco porque el hijo de puta estaba en calzones. Hace un tiempo su hermana era mi novia. Vaya que buenos tiempos, el sexo era bueno y la comida también. Me conoces; dijo mirándome a la cara, sabes que no me gusta dar consejos. Cerré la puerta, más bien la golpee fuertemente en su rostro y me fui.
Otra vez me encontré caminando solo por el maldito barrio, la lluvia me moja y los zapatos parece como si hablaran en algún idioma. Me froto los hombros con las manos. Ella sale corriendo de la casa y me encuentra. Su mirada no era de las mejores. Dijo; ven pasa, estas horrible. La miro y me rio, sigo caminando, el asfalto está hundido en agua. Prendo un cigarro y puedo ver el humo elevarse por mis labios. Me siento en el cordón y miro el cielo, no hay luna, solo nubes negras, silencio. Pienso en putas, en la cama que me espera y en el crujido de la leña al prender la estufa.
Llego y me emborracho, bebo hasta tarde sin pensar en nada.
Algo perturba mi mente. Me levanto y me arrastro por la cama como una babosa herida, agarro los puchos y prendo uno. Me tranquiliza. La vida es un rompecabezas, al que le faltan piezas. Bajo las escaleras y pateo el jarrón de porcelana fría. Después de todo, ¿para qué lo quiero ahí? Es la violencia intelectual que me afecta como a un jodido cabrón.
Fusile llamó, le gusta molestar cuando no lo necesito. Atiendo. Puteadas van y vienen. Su nariz está rota. Lo entiendo.
Otra noche, el barrio sereno, las calles húmedas y yo. Cuesta prender el cigarro. Paso por su casa, la luz azul de la televisión me hace ver lo que más temo. Desde su ventana la miro, la odio en silencio, como ella lo hace conmigo. Es hermoso odiar a alguien. Baje mis pantalones y meé en su puerta, una señal de desprecio demencial. Doy el adiós. Ella mira televisión y yo fumo en la lluvia, mientras mis pasos se pierden bajo la tenue luz amarrilla. Sigo buscando ese algo que me molesta, sigo pensando. Otra vez bebo hasta tarde, porque amo ser una babosa en la mañana

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